¿Practicas o has oído hablar de la alimentación consciente?
En el post anterior hablábamos sobre el mindfulness, sobre cómo ponerlo en práctica y sobre los beneficios de introducirlo en nuestra rutina diaria.
Uno de los temas sobre los que más se ha profundizado en este sentido, es sobre la aplicación del mindfulness a la alimentación, el denominado “mindful eating”, o alimentación consciente.
El interés suscitado por este tema es debido, en gran parte, al aumento de casos de obesidad y a la proliferación de hábitos poco saludables en nuestro día a día, que son responsables de un gran porcentaje de las enfermedades cardiovasculares.
El objetivo de la alimentación consciente es desarrollar una relación sana con la comida, disfrutando del simple hecho de comer y no viendo a los alimentos como nuestros enemigos ni, tampoco, como tentaciones irresistibles.
Se trata de comer siendo plenamente conscientes de lo que estamos ingiriendo, poniendo todos nuestros sentidos en la comida; en su olor, en su textura, en su sabor, en su temperatura... Y, al igual que explicamos en el mindfulness, se trata de hacerlo sin juzgar, sin demonizar los alimentos.
El ritmo de vida ajetreado que llevamos hace que, en muchas ocasiones, la importancia que tiene la alimentación quede relegada a un segundo plano. En nuestra planificación diaria no dedicamos tiempo a cocinar y recurrimos con mucha frecuencia a comidas precocinadas y rápidas, comidas que no nos quiten tiempo de otras tareas que calificamos como más importantes. Además, el aumento del consumo de productos ultraprocesados, que gracias a los potenciadores de sabor son excesivamente palatables, hace que apenas seamos conscientes de los sabores de los alimentos reales.
Poner en práctica el “mindful eating” nos ayudará a ser más conscientes de lo que comemos, del efecto que produce cada alimento en nuestro cuerpo o de las sensaciones de saciedad (que con frecuencia tendemos a obviar). También es muy útil para aprender a diferenciar el hambre real del hambre emocional.
¿Qué beneficios tiene el mindful eating?
Ayuda a identificar las sensaciones interoceptivas de hambre y saciedad.
Ayuda a diferenciar el hambre fisiológico del hambre emocional.
Fomenta una relación sana con la comida.
No demoniza ni prohíbe alimentos.
Disminuye los atracones.
Disminuye la ansiedad por la comida.
Mejora hábitos alimenticios.
Mayor control de la ingesta.
¿Cómo poner en práctica el mindful eating?
Párate y piensa qué sensaciones tienes: podemos hablar de dos tipos de hambre: el hambre físico, que se caracteriza por aparecer gradualmente, desaparece al comer y puede ser satisfecho por cualquier alimento. Y el hambre emocional, que tiende a aparecer de manera repentina ante estímulos, bien externos (ver u oler algún alimento), o bien internos (inquietud, ansiedad), y, lejos de desaparecer al comer, suele incrementarse al comenzar la ingesta. Además, parece que sólo puede ser saciado por un tipo de alimento concreto (generalmente hipercalórico). Las sensaciones que producen uno y otro también son distintas: mientras que el hambre real genera sensaciones agradables de plenitud; el hambre emocional provoca sentimientos de culpabilidad, además de incomodidad por la gran cantidad ingerida.
Crea el ambiente adecuado: prepara la mesa para comer con todo lo que vayas a utilizar. Puedes incluso decorarla a tu gusto para que la experiencia sea aún más visual. Es fundamental comer sentado, nada de picotear de pie ni de levantarte constantemente a por cosas. Por eso, hay que dedicar un tiempo a preparar la mesa, para que no se olvide nada.
Evita distracciones: la hora de comer es la hora de comer. Nada de ver la televisión, ni de revisar el móvil, ni de avanzar trabajo… Céntrate en lo que estás haciendo en ese instante y disfruta del momento presente.
Dedica unos segundos a apreciar olores, colores…: olvídate de engullir los alimentos y comienza a disfrutarlos. La hora de la comida dejará de ser un mero “trámite” y pasará a ser una experiencia enriquecedora y placentera.
Mastica despacio: puede parecer una tontería, pero hacerlo de manera más lenta te ayudará a centrarte más en lo que estás haciendo en ese momento y a saborear realmente los alimentos.
Suelta los cubiertos entre bocado y bocado: esto te ayudará a romper el automatismo con el que solemos comer. Si mientras comemos una cosa, estamos cargando la cuchara con otra, seguramente estemos más centrados en lo que cogemos, que en lo que comemos en ese momento.
Si estás saciado, no sigas comiendo: ¿cuántas veces te han dicho cuando eras pequeño la típica frase de: hasta que no te acabes todo lo que tienes en el plato, no puedes levantarte? Al final lo que hemos aprendido a hacer es ignorar las señales de saciedad que nos envía nuestro cuerpo, ya que el objetivo no era quedarse saciado, sino acabarse todo lo del plato. El hecho de centrarnos en lo que estamos haciendo, poniendo toda nuestra atención en la comida, sumado al comer más consciente y despacio, nos ayudará a reconectar con nuestro cuerpo y a reconocer la sensación de saciedad.
En definitiva, el “mindful eating” es una práctica sencilla de llevar a cabo y que reporta numerosos beneficios, tanto a nivel emocional como físico.
La alimentación es una parte fundamental de nuestra vida, ¡cuídala!
Comments